Este lunes 21 de abril, a los 88 años, falleció en la Casa Santa Marta el Papa Francisco, nacido Jorge Bergoglio. La noticia conmocionó al mundo y dejó al descubierto, una vez más, las múltiples facetas de su vida, entre ellas, su profunda pasión por el fútbol y su amor incondicional por San Lorenzo de Almagro.
Nacido el 17 de diciembre de 1936 en el barrio porteño de Flores, Bergoglio creció en una familia con raíces populares, donde el potrero era parte del paisaje cotidiano. La pelota estuvo siempre presente, aunque no con grandes destrezas. En su autobiografía Esperanza (2025), escrita a partir de conversaciones con el periodista italiano Carlo Musso, el pontífice se definió con una sonrisa: “A los que eran como yo los llamaban ‘pata dura’. Algo así como tener dos pies izquierdos. Pero jugaba. A menudo hacía de arquero”.
Ese «pata dura» jamás dejó de amar el fútbol. Su afición por San Lorenzo nació en los años 40, cuando su padre lo llevaba al Viejo Gasómetro. De aquella época recordaba con claridad a cada jugador del equipo campeón de 1946, y revivía con emoción la delantera que lo marcó para siempre: Farro, Pontoni y Martino. “Más de 70 años después, tengo presente a aquel equipo como si fuera ayer”, escribió. Su ídolo era René Pontoni, el delantero que arrastraba al «Ciclón» y que quedó grabado en su memoria como el emblema de una infancia feliz.
La fe y el fútbol se entrelazaron de forma única en su figura. En 2013, tras su elección como Papa, Francisco se convirtió en el primer sumo pontífice latinoamericano. Desde el inicio, no ocultó su pasión por el balompié. Recibió en el Vaticano a delegaciones de clubes de distintas partes del mundo, saludó a feligreses que llevaban camisetas de Argentina y se mostró especialmente efusivo con aquellos que lucían los colores azulgranas.
El club fundado por el padre Lorenzo Massa también rindió homenaje a su hincha más célebre. En el museo del Nuevo Gasómetro, una estatua lo muestra con su sotana, su solideo y una bufanda azulgrana rodeándole el cuello. Aunque no lo entusiasmaba la idea, la futura cancha en el predio del Viejo Gasómetro llevará su nombre.
Como pontífice, Francisco también vivió una de las mayores alegrías del club: la conquista de la CONMEBOL Libertadores en 2014. El presidente del club en ese entonces, Matías Lammens, relató que una delegación azulgrana llevó el trofeo a El Vaticano, y que el arquero Sebastián Torrico incluso le regaló sus guantes. “Él no podía creerlo”, recordó. Incluso, se supo que para conocer el resultado de aquella final, el Papa se levantó a las 4 de la mañana.
Esa conexión inquebrantable entre la fe, el fútbol y el barrio definió gran parte del carisma del Papa Francisco. Su legado se extiende más allá de los muros del Vaticano y de los límites del catolicismo. Jorge Bergoglio no solo fue una figura espiritual, también fue ese hincha leal que nunca dejó de ser el pibe del potrero. Y San Lorenzo, para él, fue siempre algo más que un club. Fue parte de su identidad, de sus recuerdos y de su historia.