El cielo de Nápoles se pintó de azul una vez más este 23 de mayo, cuando el Napoli selló una temporada inolvidable al conquistar su cuarto título de la Serie A con una victoria impecable de 2-0 frente al Cagliari. El Estadio Diego Armando Maradona, repleto de esperanza y energía desbordada, fue el escenario donde todo cobró sentido, desde la primera jugada hasta el pitazo final que desató el carnaval celeste.
El primer rugido de la tarde llegó en el minuto 42, cuando Scott McTominay encendió la chispa con una chilena espectacular tras un centro preciso de Matteo Politano. El impacto fue inmediato. Las tribunas estallaron en júbilo, con banderas ondeando, bengalas iluminando el ambiente y lágrimas brotando de los ojos de quienes llevaban toda una vida esperando momentos como este.
Apenas iniciada la segunda parte, Romelu Lukaku escribió el segundo capítulo del cuento. Con potencia y temple, se deshizo de un defensor y superó al arquero Alen Sherri, sellando un marcador que ya parecía insuperable. Dos goles que valieron un Scudetto y encendieron una celebración que tomó toda la ciudad.
La victoria del Napoli resultó decisiva. El Inter de Milán hizo su parte al vencer 2-0 en Como, pero quedó a un punto de distancia. Con este resultado, el equipo del sur volvió a lo más alto del fútbol italiano, apenas dos años después de aquel histórico campeonato de 2023 que puso fin a una sequía de 33 años.
Esta edición, sin embargo, tuvo un sabor aún más especial. El trofeo se definió en la última jornada, con la tensión al máximo y el desenlace escrito ante su gente, en el mítico estadio que lleva el nombre del ídolo eterno, Diego Armando Maradona. A diferencia de aquel título reciente que se celebró con retraso, este fue inmediato, auténtico y masivo.
El 23 de mayo ya figura junto al 4 de mayo en el calendario sentimental del napolitano. Son fechas sagradas. La plaza del Plebiscito, el corazón de la ciudad, se convirtió en epicentro de una fiesta interminable, con bengalas, cohetes y cánticos que se extendieron hasta el amanecer.
No se trató solo de fútbol. La victoria representa también un símbolo de orgullo regional. El sur, tantas veces marginado en lo económico y lo social, volvió a levantar la voz y a brillar con fuerza en un deporte que suele mirar hacia el norte. El Scudetto del 2024, como los de 1987 y 1990 con Maradona, trasciende lo deportivo.
Nápoles, con el alma encendida, celebra un título que confirma su lugar en la historia grande del fútbol italiano. Un equipo, una ciudad y un estadio que supieron escribir otra página épica con goles, pasión y un rugido colectivo imposible de olvidar.