El nombre de Dimitri Payet, conocido por su trayectoria en equipos como el Olympique de Marsella, el West Ham United y actualmente en el Vasco da Gama de Brasil, ha salido del terreno de juego para situarse en el centro de una denuncia que ha estremecido al mundo deportivo. La brasileña Larissa Ferrari, de 28 años, lo acusa de violencia física, sexual, verbal y psicológica durante una relación de siete meses que califica como una pesadilla prolongada.
El caso tomó fuerza tras una entrevista concedida por Larissa al diario británico The Sun, donde expuso los detalles de lo que definió como una historia de abuso y manipulación. Según su testimonio, conoció a Payet en agosto de 2024 a través de Instagram, donde él la contactó desde un perfil falso. En sus primeras interacciones, el futbolista se mostró atento, cariñoso y protector, ganándose rápidamente su confianza. Larissa incluso lo describe como su refugio emocional en un momento vulnerable de su vida.
El romance dio un giro inquietante cuando Payet empezó a mostrar actitudes posesivas y conductas cada vez más perturbadoras. En octubre, la relación pasó de lo romántico a lo extraño. Larissa narró que fue forzada a participar en una supuesta «boda simbólica», organizada por el futbolista, sin que ella tuviera conocimiento de su situación conyugal real. «Nunca mencionó a su esposa y no me gustaba preguntarle por ella», declaró.
En diciembre, tras una publicación en redes sociales en la que Larissa aparecía con un amigo, la reacción del jugador fue violenta. Las agresiones, relata, comenzaron entonces. En sus palabras: “Me dijo que me castigaría por traicionarlo y que, al volver de Francia, el castigo sería sexual”. La examante entregó imágenes de sus lesiones como parte del material que sustentará la investigación en curso.
Las acciones descritas incluyen desde insultos degradantes hasta actos físicos extremos. Larissa asegura que fue obligada a grabar vídeos sexuales humillantes, y que en algunos casos, Payet la sometía a prácticas denigrantes, como introducirle la cabeza en un inodoro. “Lo hacía porque realmente lo amaba y quería su aprobación”, reveló, reflejando el nivel de manipulación emocional al que fue sometida.
Las demandas de “pruebas de amor” no cesaron. Cuando Larissa mencionó su intención de tatuarse su nombre como demostración, la respuesta de Payet fue brutal: “Dijo que ya sabíamos que yo era una puta y que necesitaba demostrárselo con vídeos que lo reflejaran”.
La relación concluyó en marzo de este año, momento en el que Larissa tomó la decisión de buscar ayuda psicológica. Gracias a la terapia, dice haber comprendido la magnitud del abuso vivido. Poco después, presentó una denuncia formal ante las autoridades brasileñas, lo que dio inicio a una investigación en la que ya se están realizando peritajes forenses y psicológicos.
“Es un monstruo enfermo. Temí por mi vida y todavía tengo miedo”, afirmó Larissa. Con estas palabras, la víctima busca no sólo justicia, sino también alzar la voz por otras mujeres que atraviesan situaciones similares y permanecen en silencio.
El caso ha abierto un debate urgente en torno al rol de figuras públicas y los mecanismos necesarios para frenar los abusos dentro y fuera del deporte profesional. La investigación continúa y las autoridades brasileñas ya han iniciado las diligencias correspondientes.