Un salto sincronizado, una meta compartida y una medalla que lo cambia todo.
Gabriela Agúndez y Alejandra Estudillo se apoderaron de la plata en la plataforma de 10 metros sincronizados en el Mundial de Clavados, firmando una actuación poderosa y vibrante que marcó un antes y un después en su participación internacional.
Tras un inicio complicado en la competencia individual, ambas atletas dejaron atrás los momentos difíciles y construyeron una nueva narrativa. Desde el primer clavado, la presión era alta. La ejecución no fue perfecta, y la entrada al agua generó ciertas dudas. Sin embargo, la dupla mexicana logró ajustar el ritmo, mantener la concentración y encontrar el equilibrio perfecto en los momentos decisivos.
China, con Minjie Zhang y Wei Lu, dominó la tabla con un impresionante total de 347.58 puntos. México, firme en su objetivo, cerró con 316.62 y se aseguró el segundo lugar. El bronce fue para Aleksandra Kedrina y Anna Konanykhina, representantes de Atletas Neutros, con 302.10 puntos.
A pesar de ser su primera aparición juntas en una justa de este nivel, Agúndez y Estudillo demostraron compenetración y temple. La exigencia fue máxima. La constancia en las ejecuciones y la sincronía técnica las mantuvo dentro del top tres desde el segundo salto, creciendo en puntuación con cada ronda.
El camino no estuvo libre de obstáculos. Las Atletas Neutras cometieron un error en el segundo salto, lo que les costó una caída momentánea en la tabla. España tuvo un tropiezo similar en su quinto clavado, lo que abrió una oportunidad clave para México en la lucha por el podio.
Para mantenerse firmes, las mexicanas necesitaban promediar más de 70 puntos en su último intento. Lo consiguieron. Su segundo mejor clavado, calificado con 73.92, no solo consolidó la plata, sino que marcó la quinta medalla para la delegación mexicana en la competencia, enviando un mensaje claro rumbo a Los Ángeles 2028.
Las lágrimas del inicio del torneo quedaron atrás. En su lugar, emergieron sonrisas, abrazos y una sensación de victoria moral que acompaña el metal. “Es un aliciente y una motivación en las aspiraciones de ambas”, se repitió entre los pasillos del evento. Con el salto final, Agúndez y Estudillo no solo ganaron una medalla. Ganaron respeto, impulso y un nuevo comienzo.