El mundo del boxeo se estremeció cuando Canelo Álvarez y Óscar de la Hoya se enfrentaron en una conferencia de prensa en Las Vegas. Lo que debía ser una presentación tranquila previa a la pelea con Jaime Munguía, se convirtió en un duelo de palabras afiladas y emociones crudas.
La relación entre Álvarez y De la Hoya, que alguna vez fue prometedora para el negocio del boxeo, ha tomado un giro dramático. Desde que cortaron lazos, ambos se han dedicado a atacarse públicamente, y esta conferencia de prensa fue el escenario perfecto para que sus diferencias salieran a la luz.
Canelo, al tomar el micrófono, no escatimó en sus críticas hacia De la Hoya y su promotora, Golden Boy Promotion. Acusó a De la Hoya de lucrarse a costa de los boxeadores, de robarles y de buscar únicamente su propio beneficio. Su discurso, cargado de emociones y críticas directas, reflejaba la frustración acumulada durante años de tensiones no resueltas.
Las palabras de Canelo fueron como un vendaval, arremetiendo con fuerza contra De la Hoya y su legado en el mundo del boxeo. Su desafío, su confianza y su determinación resonaron en cada frase, dejando claro que no estaba dispuesto a callarse frente a lo que consideraba injusticias.
Sin embargo, la respuesta de De la Hoya no se hizo esperar. A pesar de las provocaciones de Canelo, De la Hoya tomó el micrófono y defendió su posición con firmeza. Sus palabras, aunque más medidas que las de su oponente, no carecieron de fuerza. Exigió respeto y confrontó a Canelo con su propia retórica, demostrando que estaba dispuesto a plantar cara.
El enfrentamiento verbal alcanzó su punto álgido cuando Canelo cuestionó la autenticidad de las palabras de De la Hoya, acusándolo de leer un guion en lugar de hablar desde el corazón. El ambiente se volvió tenso, las miradas se encontraron y por un momento pareció que la situación podría salirse de control.
Afortunadamente, antes de que las cosas llegaran a mayores, los asistentes intervinieron y separaron a los contendientes. El episodio sirvió como un recordatorio de la pasión y la intensidad que caracterizan al mundo del boxeo, pero también como una llamada de atención sobre la importancia del respeto y la cordura en cualquier confrontación, dentro y fuera del ring.